El ”yo” se parece,
al tronco del árbol
y las raíces,
con sus ramificaciones hacia todos lados,
a las múltiples personalidades de las personas,
que en la superficie inmensa de la vida,
experimentan cambios de personalidad,
avanzan hacia la profundidad,
donde hay capas de tierra fértil, calizas y volcánicas.
Las personas buscan el calor de la vida
y a semejanza de un pedazo de sol terrestre,
nos vamos enfriando,
nuestras carnes se desprenden
y con el tiempo,
los huesos son vueltos cenizas.
También la personalidad cambia con la cultura,
lo prueban las máscaras de diablos,
las de negros, sacerdotes o guerreros,
que se usan en las festividades mexicanas.
Los rostros de las personas varían con la edad,
los purépechas lo muestran en la danza de los viejitos,
con máscaras alegres, casi infantiles.
Hay personas con rostros soñadores,
viven entre el laberintos de los sueños
y la locura.
Algunos rostros son antisociales,
se alejan de las personas,
han decidió perderse.
olvidar su existencia e irse al infinito.
Las personas aman , viven y mueren
aman la naturaleza o la odian.
En el arte, el amor y odio son antagónicos;
al igual que la felicidad y tragedia son posibilidad;
luz y oscuridad son alternativa o destino.
Las personas dejan de amar, sentir y creer en el arte,
para materializarlo todo,
hasta los sueños y las fantasías,
Las personas no quieren ser animales,
quieren ser dioses,
resplandecer como las estrellas,
con luz propia y eternizarse
Las personas como los poetas
quieren ser palabra, verso y olvido,
o lenguaje, metáfora y ritmo.
Autor: J Francisco Gutiérrez Torres
Ilustraciones: Banco de imágenes google
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