Los métodos semióticos,
sobre todo los de interpretación y de análisis lingüístico, suelen aplicarse
con frecuencia en la descripción de los distintos fenómenos que forman un
sistema ordenado. Es por ello que hoy tenemos por ejemplo la semiótica de la
literatura, del teatro, cine, televisión, pintura, escultura, arquitectura y
el resto de las artes, la semiótica de los mitos y religiones. Fenómenos
sociales tales como la gastronomía, el folklore, la moda, las organizaciones
sociales, instituciones nacionales, relaciones políticas y la semiótica de
juegos, ceremonias, ritos. Los productos:
industriales o de artesanía, etc. En cuanto
al arte, los métodos semióticos se emplean desde antaño ante todo en la
literatura. La causa está parcialmente en el hecho de que su instrumento es
la lengua. Por esta razón, en la ciencia literaria suelen emplearse ante todo
los métodos de interpretación y de análisis lingüístico. Sin
embargo, no es la única razón, ya que la obra literaria es también un signo
de su época, de la vida de su autor, de las tendencias artísticas y
culturales, de cierta moda o costumbres literarias de su tiempo y, además,
cualquier obra literaria está expuesta a la influencia de unas obras
(signos), ejerciendo, a la vez, una influencia sobre otras obras literarias.
Es por ello que toda la ciencia literaria –tal vez con la excepción de las
biografías de los autores y las listas de sus obras– tiene carácter
semiótico. Una parte inherente de la literatura son también los mitos,
leyendas, narraciones folklóricas, fábulas, etc., que son muy apropiadas para
el análisis semiótico, ya que registran, por regla general, situaciones
antiguas, simples y conocidas, cuya estructura (organización, esquema) es
relativamente fácil de descubrir. Fueron los formalistas
rusos –V. B. Shklovski, R. Jakobson, P. N. Bogatyrev y otros–, que a
comienzos de los años veinte dieron un paso decisivo en este sentido, al
analizar, con ayuda de métodos lingüísticos, la estructura (relaciones
internas) de las fábulas populares rusas. Entre sus
continuadores destacaron los representantes del estructuralismo estético
checo (J. Mukařovský y otros). Semejantes métodos se emplean actualmente
dentro de la llamada Nouvelle Critique, o New Criticism. Según
estas investigaciones es verdad que las obras literarias se componen de una
cantidad prácticamente ilimitada de personas, situaciones y acontecimientos
diferentes; sin embargo, todos estos elementos pueden clasificarse
en un número relativamente reducido de categorías típicas (p. ej el galán o
el traidor en el teatro, el amor infeliz, el castigo, etc.). Vladimir Propp, uno de
los formalistas rusos, al analizar más de cien fábulas rusas (Morfología del
cuento, 1928), demostró que su contenido podía clasificarse en 31 motivos
elementales típicos que se repetían con ciertas modificaciones; uno de los
motivos, p. ej., consiste en que alguien (zar, abuelo, mago, reina) regala a
otro (un joven, Iván) alguna cosa (águila, caballo, barco, anillo), lo que le
facilita alcanzar otro reino. Los
formalistas, desde luego, atribuyeron demasiado valor a la estructura interna
de la obra, al considerar el contenido y las circunstancias concretas de las
fábulas (obras) particulares como secundarias. En la Unión Soviética se
vieron severamente criticados y a finales de los años veinte el grupo se
desintegró. En los
formalistas rusos se inspiraron muchos semióticos de la literatura. A. J.
Greimas trató de reducir los 31 componentes elementales de las fábulas rusas
a sólo una veintena. Otros autores aplicaron un método parecido incluso a
obras bastante complejas. Así, p. ej., P. Guiraud reconstruyó la estructura
simbólica de “Las flores del mal” de Baudelaire, R. Barthes, analizando
“Sarrazin” de Balzac, trató de demostrar la posibilidad de interpretarlo de
varias maneras, sirviéndose de varios códigos diferentes, etc. En cuanto
al análisis teórico de la semiótica literaria, destacó J. Kristeva y otros
autores. Es habitual analizar con este método también los géneros más
simples, tales como p. ej. novelas policíacas, westerns, cómics y semejantes. C. Lévi-Strauss aplicó
este método incluso a la antropología, al interpretar los mitos, ante todo el
conocido mito de Edipo, rey de Tebas que había matado a su padre y se casó
con su propia madre (sin saber, desde luego, que se trataba de sus propios
padres). Lévi-Strauss redujo el mito a sólo cuatro componentes elementales,
los llamados mitemas (siguiendo el modelo de fonemas), es decir, constantes
formales que correspondían a los motivos elementales de Propp. Por estas
razones es posible decir que la ciencia literaria es esencialmente la
semiótica de la literatura, sobre todo porque su parte material o su
instrumento es justamente la lengua. Esto vale
también para otras artes que se sirven, por lo menos parcialmente, de la
lengua (las palabras alternan en ellas con imágenes, música, etc.). Son, ante
todo: teatro, óperas y zarzuelas, musicales, películas, dramas difundidos por
radio y televisión, etc. Por consiguiente, en todas estas artes suelen
emplearse los métodos de interpretación y de análisis lingüístico. Sin
embargo, hay también artes que no necesitan la lengua, contentándose sólo con
imágenes, música, etc. Son p. ej. la
pintura, escultura, arquitectura, fotografía, cine mudo, danza, pantomima y
semejantes. En ellas suele emplearse exclusivamente el método de
interpretación. No obstante, hay que darse cuenta de que la semiótica de
estas artes ciertamente no puede ocuparse de su lengua objeto, simplemente
porque en ellas no existe, aunque, por otra parte, también en la semiótica de
estas artes “no lingüísticas” encontramos con frecuencia el término
“lenguaje”, con el cual suele designarse el sistema de sus medios de
expresión específicos. Es este sentido se habla sobre el “lenguaje” de la
arquitectura, película muda, pantomima (y, desde luego, de los ritos, artes
mecánicas, artesanías y otros sistemas no lingüísticos), etc. Un perfecto
ejemplo del análisis del “lenguaje de una película muda puede encontrarse en
la obra “Semiótica del cine y problemas de la estética del cine” (sémiotique
cinétique et problèmes kinesthésiques, 1973). Su autor Yu. M. Lotman,
profesor de la Universidad de Tartu, Estonia, distinguió allí la gramática,
el vocabulario y la semántica cinematográficos. Lotman considera el
mecanismo de la secuencia de escenas de una película como su gramática; las
personas y los objetos particulares desempeñan la función de unidades
léxicas. Aprovechando los métodos lingüísticos, distingue también los
elementos no marcados del lenguaje del cine, tales como son por ejemplo: el
plano neutro frente al detalle, el ángulo neutro (paralelo al suelo y
perpendicular a la escena) frente a los ángulos marcados con el eje desviado,
la cámara inmóvil frente a la panorámica en movimiento, la película en blanco
y negro frente a la en color, etc. En el
ejemplo de la película de Eisenstein “El acorazado Potemkin” y de otras
películas importantes, mudas y sonoras, demuestra: cuál es la esencia del “lenguaje” del cine,
cuáles son sus planos y elementos fundamentales, cómo “se lucha” en la
película con el tiempo y espacio, qué importancia tiene el personaje del
actor, qué lugar ocupa el arte cinematográfico en el mecanismo de la cultura,
etc. El
“lenguaje” de las comedias de Chaplin fue analizado en detalle en los años
treinta por Jan Mukařovský, que llamó la atención sobre su extraordinario
efecto estético motivado por su vestido lleno de contrastes (la parte
superior elegante, la inferior miserable y ridícula) y, sobre todo, por su
comportamiento lleno de contradicciones (vestido de harapos, muchas veces se
comporta como un caballero, de esmoquin, en la mayoría de los casos como un
holgazán). El vestido y el comportamiento en las películas de Chaplin forman
sin duda una parte integrante de su lenguaje específico, teniendo un carácter
semiótico muy expresivo. Otro gran grupo de
fenómenos estudiados por la semiótica está formado por protocolos, ritos,
moda y juegos. Detrás de estos
términos, por supuesto, se esconde una cantidad ilimitada de ceremonias,
fiestas, códigos, juegos y otros fenómenos muy variados y heterogéneos que
desempeñan, todos ellos, una función social y tienen carácter semiótico. Los
“protocolos” determinan el lugar y la posición de un individuo o grupo
durante sus negociaciones con otros individuos o grupos; reflejan las
relaciones familiares, religiosas, profesionales, políticas, etc. Así, p.
ej., durante las negociaciones internacionales, el lugar en la mesa tiene
función semiótica en el sentido de que designa la posición de la persona
respectiva (por tanto, antes de las negociaciones suelen tener lugar largas
discusiones sobre la forma de la mesa y la distribución de los sitios;
durante la conferencia de Potsdam hasta se vio indispensable abrir una nueva
tercera puerta en la habitación de negociaciones, para que los representantes
de las potencias victoriosas no tuvieran que darse preferencia al entrar).Los
“ritos” se caracterizan por su carácter colectivo de comunicación. Sin
embargo, su objetivo no consiste tanto en intercambiar información como más
bien en unir estrechamente la sociedad respectiva. Los participantes
manifiestan su voluntad de cumplir sus obligaciones familiares, étnicas,
religiosas, nacionales o sociales, confirmando su incorporación al grupo
respectivo. Ejemplos no faltan, comenzando por las ceremonias de iniciación o
de entierro en las tribus primitivas, pasando por las ceremonias religiosas,
nupciales, la entrega de las medallas en los Juegos Olímpicos, hasta las fiestas
nacionales, etc. El carácter semiótico
de estos acontecimientos se desprende no sólo de la importante función de los
símbolos empleados ,sino también de la secuencia y del carácter convencional
de los actos particulares, así como de la lengua respectiva. La “moda” es uno
de los modos de ser de la sociedad. Domina en los vestidos, las viviendas,
las comidas, etc. Según P. Guiraud, la moda cambia porque, por una parte,
algunos miembros de la sociedad tratan de aproximarse a los grupos
prestigiosos, adoptando sus rasgos característicos (la manera de vestirse,
etc.) y, por otra parte, otros miembros de la misma sociedad se esfuerzan en
diferenciarse en la mayor medida posible del “ideal” mencionado, casi siempre
para dar a entender sus protestas. En los dos
casos, la moda puede compensar varias frustraciones, y complace
indudablemente el deseo de manifestar (señalar) la posición y la concepción
del mundo de las personas respectivas. Los “juegos”, al igual que las artes,
imitan la realidad. Se dividen, por regla general, en intelectuales, sociales
y estéticos. El
objetivo de los juegos intelectuales consiste en construir algún sistema o
descubrir su sentido (ver p. ej. el modelaje, varios juegos de construcción
infantiles, pero también los crucigramas, jeroglíficos, etc.). Los juegos sociales tienen como objetivo
incorporar al participante a cierta posición social (la niña que juega con su
muñeca, p. ej., se está preparando para su papel de madre, en el ajedrez y
otros deportes los jugadores imitan una lucha o guerra real, etc.). Desde el
punto de vista de los espectadores, la mayor parte de los juegos tiene
función estética (en el sentido amplio no son solamente los dramas teatrales,
etc., sino también los encuentros deportivos, etc.). En muchos
juegos, por supuesto, se combinan las tres funciones, aunque en una medida
diferente. Todos los juegos se caracterizan por el conjunto de reglas
correspondientes, sin el cual cualquier juego perdería su sentido. |
El
objetivo principal de los juegos es, por una parte, conocer la realidad (en
los niños, p. ej., prepararse para la vida de adultos) y, por
otra parte, divertirse en el tiempo libre. Sin
embargo, la psicología y psiquiatría contemporánea trabajan con una
concepción más amplia del juego, según la cual incluso en la vida cotidiana
cada individuo juega cierto papel (p. ej. de un esposo feliz, aventurero,
tirano de su familia, esposa fría, obediente o despreocupada, pero también de
un soldado valiente o incluso héroe nacional), muchas veces sin tomar en
consideración su carácter real. En este caso puede tratarse de otra función
de los juegos, es decir, la de satisfacer los anhelos y deseos que no pueden
cumplirse en la vida real. La
semiótica suele ocuparse también de varias artes adivinatorias (las
llamadas mánticas), como son p. ej. la quiromancia (adivinación
fundada en el estudio de la mano), cartomancia (naipes), aritmomancia (números), oniromancia (sueños),
así como de
otros fenómenos y acontecimientos (cacharros, arañas, gato atravesando el
camino y semejantes), adivinación del futuro según la posición de los cuerpos
celestes astrología, confección de horóscopos), etc. Se trata,
en la mayoría de los casos, de métodos no científicos, aunque interesantes para
la semiótica, ante todo porque en todos los casos sin excepción se trata de
un sistema de signos, de cierta “lengua” en el sentido amplio, la cual tiene
su morfología (reglas), sus constituyentes inmediatos (signos) y su semántica
(significado de los signos). La
semiótica ayuda muchas veces a descubrir el carácter no científico de la
adivinación. Así, p. ej., en la cartomancia, los naipes particulares funcionan como
signos de muy poca nitidez, teniendo un significado aproximado y facilitando
una interpretación muy variada (p. ej. las figuras pueden designar a hombre,
mujer, muchacho y muchacha; algunos palos de la baraja son favorables, otros
desfavorables, etc.). Los
naipes suelen barajarse y una parte de ellos se reparte en varios grupos, p.
ej. en cinco grupos de cuatro
naipes, en forma de cruz. Cada uno de los grupos tiene su significado; el
grupo central, p. ej., significa la actualidad, el de arriba el futuro
próximo, el de abajo el pasado, el izquierdo los obstáculos y el derecho el
futuro lejano. La echadora de cartas descubre sucesivamente los naipes,
dirigiéndose en su interpretación por las reacciones del cliente, de manera
que muchas veces logra evocar su confianza (el rey de picas, p. ej., puede
interpretarse como un hombre brutal desconocido, un padre demasiado severo,
un pariente envidioso, etc.). Hemos
mencionado aquí sólo una parte insignificante de la cantidad
casi infinita de diferentes sistemas de signos que pueden ser objeto de
estudio de la semiótica. Desde el punto de vista de la lingüística es
interesante también el estudio de los sistemas “no lingüísticos”, ya que
puede ayudarnos a ampliar y precisar la propia semiótica lingüística, que
estudia el carácter semiótico de las lenguas naturales. Lo que
caracteriza a la semiótica aplicada es que su objetivo es el estudio de los
sistemas de signos, de los cuales hemos podido mencionar aquí sólo una
pequeña parte. Está basada en los conocimientos de la semiótica teórica,
aunque por otra parte contribuye a enriquecerla con sus resultados. Desde
luego, también la semiótica teórica puede estudiar dichos sistemas, en este
caso para sacar conclusiones más generales. BIBLIOGRAFÍA 1. Barthes, R.: Eléments de
sémiologie. In: Communications 4, 1964. 2. Eco, U.: La struttura assente. Milano
1968. 3. Guiraud, P.: La sémiologie. Paris
1971. 4. Lévi-Strauss, C.: Antropologie
structurale. Paris 1958. 5. Lévi-Strauss, C.: L’analyse morphologique des
contes russes. In: International
Journal of Slavic Linguistics and Poetics III, 1960. 6. Lotman, Yu. M.: Semiotika
kino i problemy kinoestetiki. Tallin 1972. 7. Lyons, J.: Semantics
I. Cambridge 1977. 8. Mounin, G.: Introduction a la
sémiologie. Paris
1970. 9. Pelc, J.: Wstęp
do semiotyki. Warszawa 1982. 10. Schaff, A.: Wstęp
do semantyki. Warszawa 1960. 11. Voigt, V.: Bevezetés
a szemiotikába. Budapest 1977. (Slov.: Úvod do
sémiotiky. Bratislava 1981.) |
Texto geniaaal! Completo y de fácil comprensión. Muchas gracias.
ResponderEliminar