jueves, 11 de agosto de 2011

SEMIÓTICA DEL ARTE: La semiótica aplicada





 

Los métodos semióticos, sobre todo los de interpretación y de análisis lingüístico, suelen aplicarse con frecuencia en la descripción de los distintos fenómenos que forman un sistema ordenado. Es por ello que hoy tenemos por ejemplo la semiótica de la literatura, del teatro, cine, televisión, pintura, escultura, arquitectura y el resto de las artes, la semiótica de los mitos y religiones.

Fenómenos sociales tales como la gastronomía, el folklore, la moda, las organizaciones sociales, instituciones nacionales, relaciones políticas y la semiótica de juegos, ceremonias, ritos. Los productos:  industriales o de artesanía, etc.

En cuanto al arte, los métodos semióticos se emplean desde antaño ante todo en la literatura. La causa está parcialmente en el hecho de que su instrumento es la lengua. Por esta razón, en la ciencia literaria suelen emplearse ante todo los métodos de interpretación y de análisis lingüístico.

Sin embargo, no es la única razón, ya que la obra literaria es también un signo de su época, de la vida de su autor, de las tendencias artísticas y culturales, de cierta moda o costumbres literarias de su tiempo y, además, cualquier obra literaria está expuesta a la influencia de unas obras (signos), ejerciendo, a la vez, una influencia sobre otras obras literarias. Es por ello que toda la ciencia literaria –tal vez con la excepción de las biografías de los autores y las listas de sus obras– tiene carácter semiótico. Una parte inherente de la literatura son también los mitos, leyendas, narraciones folklóricas, fábulas, etc., que son muy apropiadas para el análisis semiótico, ya que registran, por regla general, situaciones antiguas, simples y conocidas, cuya estructura (organización, esquema) es relativamente fácil de descubrir.

Fueron los formalistas rusos –V. B. Shklovski, R. Jakobson, P. N. Bogatyrev y otros–, que a comienzos de los años veinte dieron un paso decisivo en este sentido, al analizar, con ayuda de métodos lingüísticos, la estructura (relaciones internas) de las fábulas populares rusas.

Entre sus continuadores destacaron los representantes del estructuralismo estético checo (J. Mukařovský y otros). Semejantes métodos se emplean actualmente dentro de la llamada Nouvelle Critique, o New Criticism.

Según estas investigaciones es verdad que las obras literarias se componen de

una cantidad prácticamente ilimitada de personas, situaciones y

acontecimientos diferentes; sin embargo, todos estos elementos pueden

clasificarse en un número relativamente reducido de categorías típicas (p. ej el

galán o el traidor en el teatro, el amor infeliz, el castigo, etc.).

Vladimir Propp, uno de los formalistas rusos, al analizar más de cien fábulas rusas (Morfología del cuento, 1928), demostró que su contenido podía clasificarse en 31 motivos elementales típicos que se repetían con ciertas modificaciones; uno de los motivos, p. ej., consiste en que alguien (zar, abuelo, mago, reina) regala a otro (un joven, Iván) alguna cosa (águila, caballo, barco, anillo), lo que le facilita alcanzar otro reino.

Los formalistas, desde luego, atribuyeron demasiado valor a la estructura interna de la obra, al considerar el contenido y las circunstancias concretas de las fábulas (obras) particulares como secundarias. En la Unión Soviética se vieron severamente criticados y a finales de los años veinte el grupo se desintegró.

En los formalistas rusos se inspiraron muchos semióticos de la literatura. A. J. Greimas trató de reducir los 31 componentes elementales de las fábulas rusas a sólo una veintena. Otros autores aplicaron un método parecido incluso a obras bastante complejas. Así, p. ej., P. Guiraud reconstruyó la estructura simbólica de “Las flores del mal” de Baudelaire, R. Barthes, analizando “Sarrazin” de Balzac, trató de demostrar la posibilidad de interpretarlo de varias maneras, sirviéndose de varios códigos diferentes, etc.

En cuanto al análisis teórico de la semiótica literaria, destacó J. Kristeva y otros autores. Es habitual analizar con este método también los géneros más simples, tales como p. ej. novelas policíacas, westerns, cómics y semejantes.

C. Lévi-Strauss aplicó este método incluso a la antropología, al interpretar los mitos, ante todo el conocido mito de Edipo, rey de Tebas que había matado a su padre y se casó con su propia madre (sin saber, desde luego, que se trataba de sus propios padres). Lévi-Strauss redujo el mito a sólo cuatro componentes elementales, los llamados mitemas (siguiendo el modelo de fonemas), es decir, constantes formales que correspondían a los motivos elementales de Propp. Por estas razones es posible decir que la ciencia literaria es esencialmente la semiótica de la literatura, sobre todo porque su parte material o su instrumento es justamente la lengua.

Esto vale también para otras artes que se sirven, por lo menos parcialmente, de la lengua (las palabras alternan en ellas con imágenes, música, etc.). Son, ante todo: teatro, óperas y zarzuelas, musicales, películas, dramas difundidos por radio y televisión, etc. Por consiguiente, en todas estas artes suelen emplearse los métodos de interpretación y de análisis lingüístico.

Sin embargo, hay también artes que no necesitan la lengua, contentándose sólo con imágenes, música, etc.  Son p. ej. la pintura, escultura, arquitectura, fotografía, cine mudo, danza, pantomima y semejantes. En ellas suele emplearse exclusivamente el método de interpretación. No obstante, hay que darse cuenta de que la semiótica de estas artes ciertamente no puede ocuparse de su lengua objeto, simplemente porque en ellas no existe, aunque, por otra parte, también en la semiótica de estas artes “no lingüísticas” encontramos con frecuencia el término “lenguaje”, con el cual suele designarse el sistema de sus medios de expresión específicos. Es este sentido se habla sobre el “lenguaje” de la arquitectura, película muda, pantomima (y, desde luego, de los ritos, artes mecánicas, artesanías y otros sistemas no lingüísticos), etc. Un perfecto ejemplo del análisis del “lenguaje de una película muda puede encontrarse en la obra “Semiótica del cine y problemas de la estética del cine” (sémiotique cinétique et problèmes kinesthésiques, 1973). Su autor Yu. M. Lotman, profesor de la Universidad de Tartu, Estonia, distinguió allí la gramática, el vocabulario y la semántica cinematográficos.

 

Lotman considera el mecanismo de la secuencia de escenas de una película como su gramática; las personas y los objetos particulares desempeñan la función de unidades léxicas. Aprovechando los métodos lingüísticos, distingue también los elementos no marcados del lenguaje del cine, tales como son por ejemplo: el plano neutro frente al detalle, el ángulo neutro (paralelo al suelo y perpendicular a la escena) frente a los ángulos marcados con el eje desviado, la cámara inmóvil frente a la panorámica en movimiento, la película en blanco y negro frente a la en color, etc.

 

En el ejemplo de la película de Eisenstein “El acorazado Potemkin” y de otras películas importantes, mudas y sonoras, demuestra:  cuál es la esencia del “lenguaje” del cine, cuáles son sus planos y elementos fundamentales, cómo “se lucha” en la película con el tiempo y espacio, qué importancia tiene el personaje del actor, qué lugar ocupa el arte cinematográfico en el mecanismo de la cultura, etc.

 

El “lenguaje” de las comedias de Chaplin fue analizado en detalle en los años treinta por Jan Mukařovský, que llamó la atención sobre su extraordinario efecto estético motivado por su vestido lleno de contrastes (la parte superior elegante, la inferior miserable y ridícula) y, sobre todo, por su comportamiento lleno de contradicciones (vestido de harapos, muchas veces se comporta como un caballero, de esmoquin, en la mayoría de los casos como un holgazán). El vestido y el comportamiento en las películas de Chaplin forman sin duda una parte integrante de su lenguaje específico, teniendo un carácter semiótico muy expresivo.

 

Otro gran grupo de fenómenos estudiados por la semiótica está formado por protocolos, ritos, moda y juegos.  Detrás de estos términos, por supuesto, se esconde una cantidad ilimitada de ceremonias, fiestas, códigos, juegos y otros fenómenos muy variados y heterogéneos que desempeñan, todos ellos, una función social y tienen carácter semiótico.

 

Los “protocolos” determinan el lugar y la posición de un individuo o grupo durante sus negociaciones con otros individuos o grupos; reflejan las relaciones familiares, religiosas, profesionales, políticas, etc. Así, p. ej., durante las negociaciones internacionales, el lugar en la mesa tiene función semiótica en el sentido de que designa la posición de la persona respectiva (por tanto, antes de las negociaciones suelen tener lugar largas discusiones sobre la forma de la mesa y la distribución de los sitios; durante la conferencia de Potsdam hasta se vio indispensable abrir una nueva tercera puerta en la habitación de negociaciones, para que los representantes de las potencias victoriosas no tuvieran que darse preferencia al entrar).Los “ritos” se caracterizan por su carácter colectivo de comunicación.

 

Sin embargo, su objetivo no consiste tanto en intercambiar información como más bien en unir estrechamente la sociedad respectiva. Los participantes manifiestan su voluntad de cumplir sus obligaciones familiares, étnicas, religiosas, nacionales o sociales, confirmando su incorporación al grupo respectivo. Ejemplos no faltan, comenzando por las ceremonias de iniciación o de entierro en las tribus primitivas, pasando por las ceremonias religiosas, nupciales, la entrega de las medallas en los Juegos Olímpicos, hasta las fiestas nacionales, etc.

 

El carácter semiótico de estos acontecimientos se desprende no sólo de la importante función de los símbolos empleados ,sino también de la secuencia y del carácter convencional de los actos particulares, así como de la lengua respectiva. La “moda” es uno de los modos de ser de la sociedad. Domina en los vestidos, las viviendas, las comidas, etc. Según P. Guiraud, la moda cambia porque, por una parte, algunos miembros de la sociedad tratan de aproximarse a los grupos prestigiosos, adoptando sus rasgos característicos (la manera de vestirse, etc.) y, por otra parte, otros miembros de la misma sociedad se esfuerzan en diferenciarse en la mayor medida posible del “ideal” mencionado, casi siempre para dar a entender sus protestas.

 

En los dos casos, la moda puede compensar varias frustraciones, y complace indudablemente el deseo de manifestar (señalar) la posición y la concepción del mundo de las personas respectivas. Los “juegos”, al igual que las artes, imitan la realidad. Se dividen, por regla general, en intelectuales, sociales y estéticos.

 

El objetivo de los juegos intelectuales consiste en construir algún sistema o descubrir su sentido (ver p. ej. el modelaje, varios juegos de construcción infantiles, pero también los crucigramas, jeroglíficos, etc.).  Los juegos sociales tienen como objetivo incorporar al participante a cierta posición social (la niña que juega con su muñeca, p. ej., se está preparando para su papel de madre, en el ajedrez y otros deportes los jugadores imitan una lucha o guerra real, etc.).

 

Desde el punto de vista de los espectadores, la mayor parte de los juegos tiene función estética (en el sentido amplio no son solamente los dramas teatrales, etc., sino también los encuentros deportivos, etc.).

 

En muchos juegos, por supuesto, se combinan las tres funciones, aunque en una medida diferente. Todos los juegos se caracterizan por el conjunto de reglas correspondientes, sin el cual cualquier juego perdería su sentido.

 

 

 

 

 

 

 




 


 

El objetivo principal de los juegos es, por una parte, conocer la realidad (en los niños, p. ej., prepararse para la vida de adultos) y, por otra parte, divertirse en el tiempo libre.  Sin embargo, la psicología y psiquiatría contemporánea trabajan con una concepción más amplia del juego, según la cual incluso en la vida cotidiana cada individuo juega cierto papel (p. ej. de un esposo feliz, aventurero, tirano de su familia, esposa fría, obediente o despreocupada, pero también de un soldado valiente o incluso héroe nacional), muchas veces sin tomar en consideración su carácter real. En este caso puede tratarse de otra función de los juegos, es decir, la de satisfacer los anhelos y deseos que no pueden cumplirse en la vida real.

La semiótica suele ocuparse también de varias artes adivinatorias (las llamadas mánticas), como son p. ej. la quiromancia (adivinación fundada en el estudio de la mano), cartomancia (naipes), aritmomancia (números), oniromancia (sueños), así como de otros fenómenos y acontecimientos (cacharros, arañas, gato atravesando el camino y semejantes), adivinación del futuro según la posición de los cuerpos celestes astrología, confección de horóscopos), etc. Se trata, en la mayoría de los casos, de métodos no científicos, aunque interesantes para la semiótica, ante todo porque en todos los casos sin excepción se trata de un sistema de signos, de cierta “lengua” en el sentido amplio, la cual tiene su morfología (reglas), sus constituyentes inmediatos (signos) y su semántica (significado de los signos).

La semiótica ayuda muchas veces a descubrir el carácter no científico de la adivinación. Así, p. ej., en la cartomancia, los naipes particulares funcionan como signos de muy poca nitidez, teniendo un significado aproximado y facilitando una interpretación muy variada (p. ej. las figuras pueden designar a hombre, mujer, muchacho y muchacha; algunos palos de la baraja son favorables, otros desfavorables, etc.).

Los naipes suelen barajarse y una parte de ellos se reparte en varios grupos, p. ej. en cinco grupos de

cuatro naipes, en forma de cruz. Cada uno de los grupos tiene su significado; el grupo central, p. ej., significa la actualidad, el de arriba el futuro próximo, el de abajo el pasado, el izquierdo los obstáculos y el derecho el futuro lejano. La echadora de cartas descubre sucesivamente los naipes, dirigiéndose en su interpretación por las reacciones del cliente, de manera que muchas veces logra evocar su confianza (el rey de picas, p. ej., puede interpretarse como un hombre brutal desconocido, un padre demasiado

severo, un pariente envidioso, etc.).

Hemos mencionado aquí sólo una parte insignificante de la cantidad casi infinita de diferentes sistemas de signos que pueden ser objeto de estudio de la semióticaDesde el punto de vista de la lingüística es interesante también el estudio de los sistemas “no lingüísticos”, ya que puede ayudarnos a ampliar y precisar la propia semiótica lingüística, que estudia el carácter semiótico de las lenguas naturales.

Lo que caracteriza a la semiótica aplicada es que su objetivo es el estudio de los sistemas de signos, de los cuales hemos podido mencionar aquí sólo una pequeña parte. Está basada en los conocimientos de la semiótica teórica, aunque por otra parte contribuye a enriquecerla con sus resultados. Desde luego, también la semiótica teórica puede estudiar dichos sistemas, en este caso para sacar conclusiones más generales.

 

BIBLIOGRAFÍA

1. Barthes, R.: Eléments de sémiologie. In: Communications 4, 1964.

2. Eco, U.: La struttura assente. Milano 1968.

3. Guiraud, P.: La sémiologie. Paris 1971.

4. Lévi-Strauss, C.: Antropologie structurale. Paris 1958.

5. Lévi-Strauss, C.: L’analyse morphologique des contes russes. In: International Journal of Slavic Linguistics

and Poetics III, 1960.

6. Lotman, Yu. M.: Semiotika kino i problemy kinoestetiki. Tallin 1972.

7. Lyons, J.: Semantics I. Cambridge 1977.

8. Mounin, G.: Introduction a la sémiologie. Paris 1970.

9. Pelc, J.: Wstęp do semiotyki. Warszawa 1982.

10. Schaff, A.: Wstęp do semantyki. Warszawa 1960.

11. Voigt, V.: Bevezetés a szemiotikába. Budapest 1977. (Slov.: Úvod do sémiotiky. Bratislava 1981.)

 



 

 

 


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