domingo, 30 de octubre de 2011

EL ARTISTA: Un ciudadano del mundo o cosmopolita

Cosmopolitismo
Del griego κοσμοπολίτης, y éste de κόσμος, "universo", "orden", y πόλις, "ciudad".

Es una persona que desea trascender la división geopolítica que es inherente a las ciudadanías nacionales de los diferentes estados y países soberanos. Al negarse a aceptar la identidad patriótica dictada por los gobiernos nacionales y afirmarse cada ciudadano como representante de sí mismo, los ciudadanos del mundo afirman su independencia como ciudadanos de la Tierra, del mundo, o el cosmos,

 Pero no es solamente una aspiración bien intencionada de dejar a un lado las diferencias por nacionalidad, es también un proyecto político con propuestas de cómo establecer una nueva ciudadanía de aplicación global.

Los principios de la ciudadanía global serían primeramente que sea un ciudadanía de aplicación local y de adhesión voluntaria,

y que a través de pactos federativos estas unidades territoriales locales por decisión de sus propios ciudadanos aceptarían entre sí a los ciudadanías de las demás localidades.

Historia y significado

Los primeros en identificarse a sí mismos como ciudadanos del mundo fueron los filósofos estoicos.

El estoicismo fue una filosofía importante del Imperio romano, el cual esperaba crear tal cosmópolis.

La perspectiva de un ciudadano del mundo tiene afinidad con la perspectiva existencialista en tanto en cuanto los ciudadanos del mundo:

No quieren ser clasificados mediante la imposición de categorías artificiales.

Gustan de identificarse a sí mismos principalmente como seres humanos y después como pertenecientes a cualquier grupo o grupos a los que crean pertenecer.

También algunos ciudadanos del mundo pueden trabajar o querer trabajar para unas Naciones Unidas reformadas que representen y respondan a la voluntad de los pueblos del mundo.

Pueden trabajar hacia el reforzamiento de la identidad común y la armonía entre los ciudadanos del planeta, aun respetando la diversidad local y nacional.

Quien se considere ciudadano del mundo no tiene por qué adherirse a ninguna ideología en particular, aunque existe la tendencia a asociarlos con filosofías sobre la nación y el mundo como el internacionalismo, el cosmopolitismo, el anacionalismo, el globalismo, o el federalismo.

Con:





Aumenta la sensación de que el sistema político basado en el estado-nación se ha quedado obsoleto.

El filósofo español, nacido en Bilbao, Jesús Mosterín, piensa que no hay razón alguna para recortar las libertades individuales, como la libertad de lengua, de religión, de costumbres o de viajes, en nombre de la nación, la iglesia o el partido.

Desde este punto de vista, Internet es un modelo mucho más atractivo que los estados nacionales o los movimientos nacionalistas.

Un mundo sin estados nacionales, organizado territorialmente en pequeños cantones autónomos pero no soberanos, sin ejército y sin poder para frenar la libre circulación de personas, ideas y mercancías, complementado por el establecimiento de fuertes organizaciones mundiales, empezando por un sistema global de justicia que vele por los derechos humanos en el mundo entero.

Sin embargo, lo anterior significaría un retroceso al sistema de ciudades estado, por lo que otros proponen un gobierno mundial regido, tal vez, por la ONU.

 Otros autores que siguen también la tradición cosmopolita no se centran en la desaparición del estado-nación, sino que ponen más bien el énfasis en la participación ciudadana global y en la reforma de instituciones internacionales.

 El sociologo británico, especialista en teoría política,  David Held, por ejemplo, propone un nuevo convenio global entre los diversos actores políticos para ordenar el fenómeno de la globalización.

 El italiano académico italiano especializado en la economía,Daniele Archibugi, defiende la democracia cosmopolita.

El español, Martín Ortega Carcelén, profesor en derecho, apunta que ya se está creando un sistema político global, que llama "cosmocracia", en el que intervienen principios fundamentales del orden internacional aceptados por los más diversos países.

 Martha Nussbam provocó un verdadero escándalo teórico al atreverse a defender una postura de corte humanista-universalista, retrayendo la vieja idea estoica, luego reformulada por Kant, del “cosmopolitismo”.

En términos generales, el cosmopolitismo refiere a la idea de que todos los seres humanos pertenecen a una misma colectividad moral. Se trata, en primer lugar, de una concepción normativa que crea obligaciones respecto al resto de la humanidad (cosmopolitismo moral).

En segundo lugar, el cosmopolitismo también suele referir a una idea más política, aquélla que aboga por crear vínculos entre los colectivos humanos a través de una liga o federación de estados y de un derecho internacional (cosmopolitismo político). Cuando se mantiene, además, la conveniencia de instituciones políticas globales hablamos de una versión específica del cosmopolitismo político (cosmopolitismo institucional). Como es bien conocido, estas ideas remiten a Kant.


El alemán KOZLAREK, Oliver,  como Coordinador del libro “Entre cosmopolitismo y conciencia del mundo”, en el escrito se expresa que quizás esta identificación emocional sea más plausible en su modalidad negativa que en la puramente positiva.

 Es decir, no es claro si podemos amar a un extranjero sin ninguna restricción, pero sí es claro que, en circunstancias de sufrimiento o dolor, podemos compadecernos de él. En todo caso, son las ideologías localistas o nacionalistas las que impiden que este sentimiento se despliegue.

 Si logramos desbrozar un poco el camino, es decir, abrirnos al otro reconociendo por igual su alteridad y su identidad respecto a nosotros, entonces podemos entonces  podemos vivenciar la humanidad, en cuanto tal.

 Y es en este sentimiento de la humanidad que se funda la idea de una ciudadanía cosmopolita.

De esta manera, el cosmopolitismo de Nussbaum se opone a cualquier concepción de la ciudadanía restringida, bien por criterios nacionales (y nacionalistas), bien por criterios étnicos o regionalistas o bien por criterios meramente jurídico-procedimentales.

 No se trata, ciertamente, de manera claro, de que debamos eliminar esos criterios y parámetros, de que podamos efectivamente disolver todo tipo de identidades que estén más acá de la identidad humana.

 Se trata, simplemente, de relativizar las identidades particulares, de considerarlas como “parte” o “realizaciones” que no pueden sustituir o violentar la identidad humana de base.

Sobre todo, en ningún caso valdría invertir el sentido deontológico de la jerarquía, es decir, en poner como primario o más valioso lo que en verdad es secundario o derivado (primero somos humanos y nos reconocemos como tales y luego nos reconocemos con tal o cual determinación: etnia, nacionalidad, sexo, etc.).






Bibliografía

  • ARCHIBUGI, Daniele, The global commonwealth of citizens: towards cosmopolitan democracy, Princeton University Press, 2008.
  • AUGUSTO, Roberto, Del cosmopolitismo a la globalización: Kant y la paz perpetua, en: Logo. Revista de Retórica y Teoría de la Comunicación, Universidad de Salamanca, Año III, n.º 5, diciembre de 2003, pp. 45-51.
  • HELD, David, Global covenant: the social democratic alternative to the Washington consensus, Polity, Cambridge, 2004.
  • MOSTERÍN, Jesús, La cultura de la libertad, Espasa-Calpe, Madrid, 2008.
  • NUSSBAUM, Martha C., For love of Country?, Beacon Press, Boston, 1996. Traducción española: Los límites del patriotismo, Paidós, Barcelona, 1999.
  • ORTEGA CARCELÉN, Martín, Cosmocracia. Política global para el siglo XXI, Editorial Síntesis, Madrid, 2006.
  • VELASCO, Juan Carlos, "Ayer y hoy del cosmopolitismo kantiano", en: "Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política", nº 16, 2007, 91-117.

·         KOZLAREK, Oliver, Coordinador, “Entre cosmopolitismo y conciencia del mundo: hacia una crítica del pensamiento atópico”, Siglo XXI editores, 2007, 161págs..







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